8/5/09

El amor despues del amor

Desde que mi mamá murió, el mundo esta lleno de sorpresas; el sol sigue pintando el dia de naranja y oro, como ayer. El viento sopla igual de caliente. Las hojas siguen desvistiendo a los árboles con esa parsimonía de otoño tardío. La lluvia, otra vez, le arranca al pasto aromas primitivos. Los autos corren, los chicos rien, los gatos se acurrucan a dormir. Los noticieros dan cuenta del mismo país de siempre. Nada cambió, pero el mundo es otro.

Es duelo es como una repentina enfermedad con sintomas desconocidos. Por momentos el dolor se traga todo el aire, encoge los hombros, arrastra los pies, apaga la mirada. Y por instantes contra todo lo esperable, se transforma en otra cosa que en lugar de apagar, aviva; una extraña urgencia que enciende los tonos del cielo, acelera el pulso, despabila. Como si al perder lo esencial uno pudiera acceder a dimensiones insospechadas del alma. Como si de golpe se esfumara del planeta toda rutina, toda chatura, toda esterilidad. Como si el amor por la persona perdida de pronto desbordara los limites de ese nombre, ese rostro, ese cuerpo, para abarcar el universo entero.

Y entonces uno descubre que el amor despues del despojo gobierna hasta los actos mas nimios: mirar la lluvia, caminar, tomar a sorbos una taza de café. Cada uno, un pequeño homenaje. Cada uno, una ruta directa a algun recuerdo. No a los grandes recuerdos; a los pequeños detalles irrelevantes qe son, que fueron, una persona. Que le encantaban las mandarinas despues de la primera helada. Que amaba, más que nada, los abrazos. Que odiaba el frío, las esperas y todo lo que exigiese paciencia o quietud. Que bailaba ante la menor provocación. Que gozaba la sinfonía de una casa llena de chicos, de ir y venir con platos de sopa y tazas de café. Que aspiraba a la humildad pero le encantaba el lujo, lo rico, lo descomunal. Que le huía al silencio, y arrastraba remolinos de aire. Pincelas de un retrato que , ante el vacío, se dibujan en todos lados.

Casi todos vivimos construyendo fuertes para protegernos del dolor, muros para encerrarlo, conjuros para ahuyentarlo. Y ante una muerte muy cercana, el miedo se confirma: el primer impacto es demoledor. Pero al tiempo uno se da cuenta de que el dolor de haber amado tanto, de seguir amando tanto aunque ya no esté con uno el objeto de ese amor, es un camino privilegiado para el alma. Porque poder seguir amando con la misma entrega ante la usencia se parece un poco a vencer a la muerte. NO. Se parece un poco a amar la vida.

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